jueves, julio 28

rem

Sucede que a las seis de la mañana el sueño se me puebla con un ramillete interminable de voces y cuerpos, como si fuera el salón de espera de un dispensario o la suma de todas las estaciones de tren. Luego se desparraman por los agujeros y las canales, por eso nunca le es demasiado difícil escurrirse hasta donde ubique el ojo, ni da resultado que corra voraz por una rosa de los vientos o que me rostice dando vueltas en la cama. / Siempre comparecen aullidos de olvido y destierro, brazos acunando fetos malolientes, risas burlescas, tal veces, quizases, algunas buenas intenciones y una ramificación de vidas inmensurable que parte de allí como un delta hasta la nada.

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