martes, junio 28

Este silencio contiene memoria

Sujeta
bajo
una
imposible
claridad.

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Científicos, comentaristas y antiguos literatos advierten de la posibilidad de que electrones y positrones puedan aniquilarse mutuamente en las intensas batallas de los adentros de la ciudad. Aunque la casi romántica oposición de sus cargas nominales los acerque a una reencarnación hyper-moderna de Cronopios y Famas, lo cierto es que estos cuatro bandos coexisten desde tiempo inmemorial gracias a un delicado balance que pretende resquebrajarse.
La aguerrida furia de los positrones ha pretendido, informa el viejo poeta de la plaza de Burger King, encandilar a los electrones con la fuerza de una ojiva, el resultado sería -aparentemente- desolador. Científicos del Instituto de Ciencias Moleculares advierten de la posible culminación fotónica de los enfrentamientos que dejaría la ciudad en fastidiosa carga cero. Los editoriales de los diarios del país apelan a la diplomacia y urgen a la división de las aceras.
Mientras tanto, la ciudad espera impaciente el resultado de otra noche de martes de jazz.

Sobre Cronopios y Famas
El almuerzo, J. Cortázar
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae.
    Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.